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Reconciliación Por Mario Luis ALTUZAR
SUÁREZ Convocará a la reconciliación
nacional el Consejo Masónico Mexicano que se reunirá este fin de semana en
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Un llamado urgente a la tolerancia y el diálogo
entre los protagonistas, ante la intromisión del alto clero político que
amenaza con polarizar el tenso clima postelectoral en el primer ejercicio
democrático del país. Es cierto que en el pasado se
registraron confrontaciones en las elecciones presidenciales. Empero, se
habían superado por el sistema unipartidista
acordado por los grupos regionales de poder después del asesinato del
general Álvaro Obregón el 17 de julio de 1928, quien se había reelegido
con el apoyo del poderoso líder sindical Luis N.
Morones. Se pensó que los problemas
habrían terminado al asumir la presidencia Miguel Alemán Valdés, cuando se
dice que la Revolución se bajó del caballo por ser el primer civil que
asume la investidura presidencial, que prometía acelerar la modernización
industrial del país iniciada por Manuel Ávila Camacho, generaba
inconformidades entre militares. La razón es que muchos de los
militares de alto rango provenían de la Revolución de 1910 y desde 1945 se
registra el movimiento del
general Miguel Henríquez Guzmán y la Federación de Partidos del Pueblo,
cuya postulación como candidato presidencial para disputar las elecciones
a Adolfo Ruiz Cortines, creó una crisis postelectoral en
1952. En la historia se registra la
tercera gran crisis electoral en 1988 cuando al poblano Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación, se le cayó
el sistema y después de las negociaciones en la casa de Manuel Aguilera
Gómez entre el operador salinista Manuel Camacho
Solís y el candidato triunfador, Cuauhtémoc Cárdenas, se pactó un
acuerdo. Ungido presidente Carlos
Salinas de Gortari, se borraron las pruebas del fraude electoral con el
misterioso incendio en la Cámara de Diputados integrada por los priístas
Ricardo Monreal Ávila que convocaba a “partirles la madre” a los
cardenistas y Socorro Díaz Palacios con su retórica incendiaria en defensa
del sistema. Hoy son destacados perredistas. Las reformas al artículo 130
constitucional, apoyadas por el masón Manuel Jiménez Guzmán en abierta
traición a sus votos y juramentos por tratarse de una contrarreforma a la
doctrina juarista, pretendían abrir el camino a la reelección con la
bendición del Episcopado Mexicano encabezado por Rodolfo Suárez, primo del
suegro de Manuel Camacho Solís. La resistencia política interna
se intentó superar por el salinismo y sus
estrategas, con la sospechosa aparición del neozapatismo chiapaneco que podría crear el espejismo
de violencia social capaz de anular las garantías individuales y por ende
el proceso electoral. Tiempo de violencia sangrienta en donde los grupos
de poder perdieron al sonorense Luis Donaldo
Colosio Murrieta
siendo candidato presidencial del PRI y posteriormente al ex cuñado del
presidente saliente, Juan Francisco Ruiz Masieu,
secretario general del PRI y potencial coordinador de la fracción
parlamentaria tricolor en la Cámara de
Diputados. Retomar el sistema unipartidista con el matiz de la apertura política con
la cohabitación del PRI en la Presidencia y el PRD en el Distrito Federal
en 1997, le permitió a Ernesto Zedillo decretar
el triunfo del señor Vicente Fox, que adquirió
en forma agresiva la candidatura presidencial del PAN, con apenas el 5% de
las casillas computadas. Se cumplió así, la alternancia
partidista ordenada en 1987 por la teología de la Universidad de Harvard, pactada con Estados Unidos en 1993 por Carlos
Salinas de Gortari y garantizada en 1995 por Zedillo con los préstamos de emergencia avalados por
el presidente William Clinton. Con esos antecedentes
históricos que incluyen los acuerdos de Cuauhtémoc Cárdenas con Manuel
Camacho en 1988, se impugnó el presente proceso electoral por el candidato
presidencial perredista Andrés Manuel López
Obrador, asesorado por los protagonistas de segunda fila salinista en los pactos con los Estados Unidos sobre
la alternancia partidista. Un ambiente en donde el
Cardenal Norberto Rivera Carrera asume una espiritualidad partidista que
amenaza con desbordar los ánimos enrarecidos en la crisis postelectoral,
por lo que adquiere relevancia la reunión nacional del Consejo Masónico
Mexicano en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, para convocar a la tolerancia y el
diálogo urgente. Carlos Quintanilla Yerena, presidente del Consejo Masónico Mexicano, ha
señalado que “las cuestiones electorales y la religión se deben ejercitar
por separado”. Y la influencia de sus miembros generan una esperanza de que aún haya una solución
política. À | ||
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