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Antitesis
juarista Por Mario Luis ALTUZAR
SUÁREZ A las víctimas del genocidio en
Líbano. Secuestrada la capital de la
República bajo el sofisma de impedir que el TRIFE sea presionado “por
poderosos” en la resolución de las elecciones presidenciales, muestra los
indicios de oscuridad anárquica y ajena al elemental estado de derecho,
bajo el caudillismo de Andrés Manuel López Obrador se erige como la
antitesis del juarismo que dice encarnar. El experimento fallido de 1995
de su “resistencia pacífica” documentada en sus actos de violencia, con el
asentamiento de campamentos en la Plaza de Armas para impedir que tomara
posesión el Gobernador Electo y que fue disuelto por la fuerza pública en
acatamiento a la ley, culminó en el fracasado “Éxodo por la
Democracia”. Renovó la estrategia y buscó
convencer al teleauditorio estadounidense de que
él es el presidente por voluntad de la mayoría y al cuestionó a las instituciones
electorales, como el argumento de que los mexicanos somos incapaces de
gobernarnos, esgrimido por el obispo Pelagio de
Labastida y Dávalos al enviar en busca de un
Príncipe extranjero en Europa. Al secuestrar al Distrito
Federal, el señor López Obrador infringió su mismo bando del 19 de
diciembre de 2000 y olvidó su argumentación: "No permitiremos el bloqueo
de avenidas o vialidades primarias que desquicien el tráfico, eleven la
contaminación y afecten el libre tránsito de terceros”, sin que su
empleado Alejandro Encinas acepte aplicar. Constitucionalmente, el señor
López Obrador apela al Artículo 9° para ejercer su derecho de impugnar el
proceso electoral, empero, en el segundo párrafo se ordena: No se
considerará ilegal, y no podrá ser disuelta, una asamblea o reunión que
tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún
acto de autoridad, si no se profieren injuria contra ésta, ni se hiciere
uso de violencia o amenaza para intimidarla u obligarla a resolver en el
sentido que se desee”. Con base en los discursos del
señor López Obrador, las injurias contra la autoridad electoral
proliferan, la resistencia pacífica es en si el uso de la violencia contra
los capitalinos que no pueden transitar libremente como lo manda el
Artículo 11 Constitucional ni los comerciantes afectados dedicarse a su
profesión como lo ordena el Artículo 5°. Y los llamados campamentos
tienen como finalidad presionar al Tribunal Federal Electoral del Poder
Judicial de la Federación para que reconozca, dicen, el supuesto triunfo
del señor López Obrador, ya que de lo contrario, no existirá la democracia
y habrá cedido a las supuestas “presiones de los
poderosos”. Además, Manuel Camacho Solís
que en 1988 defendió el fraude electoral de su amigo y protector Carlos
Salinas y que hoy es uno de los principales operadores del perredista tabasqueño, reconoció en una entrevista
radiofónica que están realizando “presiones al TRIFE y (al panista Felipe) Calderón para que acepte el recuento
de voto por voto”. Sin embargo, el académico en
funciones de procurador capitalino de justicia, Bernardo Batiz, desechó que se cometa algún delito en la
violación a las disposiciones del Gobierno del Distrito Federal y de la
Constitución con los bloqueos lopezobradorianos
y solamente dispuso a un agente para que reporte si se llega a cometer un
delito. Con la agravante de los
preparativos perredistas para incitar a la
violencia una vez que el TRIFE resuelva la elección presidencial que,
saben, les será contraria. Elementos contrarios a Benito
Juárez, la encarnación del deber y el respeto a las leyes e instituciones
republicanas que en la actualidad, advirtió el presidente Vicente Fox, “México cuenta con su Ejército para defender las
instituciones, la soberanía, la democracia, las libertades, la legalidad y
la justicia”. ¿Será el destino cuando ya se la cuota de
sangre? À | ||
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