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Mesianismo Por Mario Luis ALTUZAR
SUAREZ La condición humana es curiosa.
Y más cuando sufren el delirio de persecución. ¡Hasta el dolor ajeno lo
asumen como si fuese en su contra! En términos médicos, se llamaría
esquizofrenia paranoide. En política se acuñó un
nuevo concepto: Mesianismo en donde el Elegido, portador de la Verdad
Absoluta, advierte que el mundo está con él o en su
contra. Para la vox populi, se trata del
simple egocentrismo manifestado en su máxima expresión. Todo gira en torno
del ególatra. Lo bueno y lo malo. Se siente infalible. Indestructible. Hay
ejemplos: George W. Bush que se declara Cruzado de la democracia y soldado
de la libertad para llevar los evangelios de la globalización a los 5
continentes. El señor Vicente Fox que vive el
mundo ideal al interior de los Pinos y condena a los
renegados. Ahora, la traición a su
partido, el PRI, de la chiapaneca Elba Esther
Gordillo Morales por el supuesto despecho femenino y resentimiento extremo
hacia Roberto Madrazo Pintado, desde la
perspectiva del perredista Andrés Manuel López
Obrador, fue en su contra. Él, y solamente él, es el ser importante para
el país. El ungido para redimir al pueblo. Por ello esperaba que la
destrucción del PRI, bosquejada desde 1987 en el sexenio de Miguel de la
Madrid, el primer tecnócrata adoctrinado en Harvard, la Madre de la Teología de la Globalización
por medio del bipartidismo democrático, fuese el trampolín para consolidar
su ambición personal y arribar al poder que ya sentía
suyo. Más, la realidad es pragmática.
Cierto es que la traición incubada por el fracaso de alcanzar la
candidatura presidencial partidista, que emergió en el TUCOM y su paradoja
de negarse a postular al hidalguense Manuel Ángel Núñez Soto como el
adversario interno de Roberto Madrazo y que se
consolidó con las “sugerencias” a gobernadores, fue
estratégica. No fue lo único. Existe la
debilidad interna para depurar los cuadros, la sospechosa miopía del
queretano Mariano Palacios Alcocer en la imposición de fórmulas locales,
la incapacidad negociadora y la debilidad moral del propio candidato que
creyó en la imposición a los gobernadores y a los grupos de poder que se
articulaban en el partido. Tal vez el mayor pecado fue el
exceso de confianza en el voto duro que había funcionado en las
intermedias del 2003 y que fue socavado directamente por los “secretos” de
Josefina Vázquez Mota, la coordinadora de la campaña presidencial panista que como secretaria de Desarrollo Social tuvo
acceso a los resortes de articulación de los programas
sociales. Versiones recogidas por Arcano
Político en el medio rural, señalan que las cuadrillas panistas presionaron al “voto duro” priísta con la
amenaza de que podría cancelarse el Seguro Popular, el Programa
Oportunidades, entre otros, que si bien, desde la óptica urbana, son
míseros, en la miseria y hambre del campo representan una
salvación. Por si fuese poco, los
estrategas panistas contaron con la, ahora sí,
eficiente investigación del poder judicial para inmovilizar al candidato
presidencial, siempre y cuando fuese el mexiquense Arturo Montiel Rojas, el tabasqueño Roberto Madrazo Pintado o el camachista Enrique Jackson
Ramírez. De Núñez Soto sólo tenían rumores de la muerte de su
esposa. Visto así, se observa un
trabajo previo y meticuloso contra el PRI para poder concentrar en un
frente la batalla electoral. Podría decirse que tuvieron éxito… aunque
parcial si se observan los resultados en las urnas, en donde la ausencia
de una infraestructura perredista a nivel
nacional, por su escasa penetración en el norte del país, permitió un
margen mínimo. Por lo mismo, el PAN y el PRD
tienen una representatividad legal pero no legítima si se considera su
menos del 15% en relación a la población nacional y apenas el 20% con
respecto al padrón electoral, y en donde se acude a la fórmula mediática
de centrar la discusión sobre la impugnación de las casillas y marginar
los fundamentos jurídicos. Presentar supuestas pruebas de
unas cuantas casillas para suponer que se aplican a todo el sistema
nacional y pedir la “nulidad”, cuando se carecen de representantes que
acrediten los supuestos ilícitos, es pregonar una “verdad absoluta”
inexistente para victimizarse y acudir a la
movilización social como razón de la fuerza política por encima de la
fuerza de la razón. À | ||
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