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Nuestro
poder Por Mario Luis ALTUZAR
SUAREZ A sus casi 16 años, el Instituto
Federal Electoral enfrenta su mayor responsabilidad histórica: Realizar
unas elecciones limpias y confiables que garanticen la estabilidad social.
Podría incumplir su tarea por las debilidades jurídicas y el ambiente de
suspicacias sobre sus programas cibernéticos y deslealtades de sus
funcionarios. Una tríada que acentúa el
escepticismo en los electores, empero, que también les obliga a cumplir
con sus obligaciones cívicas de emitir el sufragio y tomar conciencia de
que es allí, en ese momento individual, secreto y universal, en donde
ejerce su libre albedrío para apuntalar pacíficamente el destino que desea
para sí y para el país. Desde abril de 2006, el Fondo
Nacional para la Democracia creado en 1982 por el presidente de los
Estados Unidos, Ronald Reagan, detectó severas deficiencias estructurales en
el IFE, que se complican con los vacíos jurídicos en que deben actuar sus
brazos coejecutores: La Fiscalía Especial para
Atención de delitos Electores y el Tribunal Federal Electoral de la
Suprema Corte de Justicia. El mayor desafío, empero, es la
credibilidad de Luis Carlos Ugalde, tanto por su
cercanía política con la foxista chiapaneca
Elba Esther Gordillo Morales como por la
desaparición de una semana del padrón electoral y la adjudicación a una
empresa vinculada a un candidato presidencial, del programa de base de
datos de la contabilidad de los votos. Este último punto es el que
genera mayor inquietud, ya que existe el antecedente en las pasadas
elecciones de los Estados Unidos, en donde el presidente George W. Bush habría
recibido el apoyo de su hermano Jeb, gobernador
de La Florida, para apuntalar su reelección y que no se disipó pese al
reconocimiento de parte del perdedor John Kerry. Del otro lado de la moneda, debe
observarse de que ya no hay tiempo para corregir los defectos del IFE y
que los riesgos potenciales o reales, pueden disminuirse con la
participación de todos los electores en las urnas, si consideramos que los
teóricos electorales mundiales señalan que a menor asistencia mayor
posibilidad de manipulación. Con base en el inciso III del
artículo 36 de la Constitución, “Son obligaciones del ciudadano de la
República: Votar en las elecciones populares en el distrito electoral que
le corresponda” que se entiende como una prerrogativa y una obligación
para ejercer la voluntad de los contribuyentes. Emilio O Rabasa y Gloria Caballero definen en la edición de
1994 de “Mexicano esta es tu Constitución”: La voluntad popular es, sobre
todo, conocida a través del voto, pero éste tiene una doble dimensión, dos
proyecciones: el de elegir y el de escoger, Merced a la primera se
contribuye, se manera fehaciente, a constituir la estructura política en
sus órganos fundamentales”. Añaden: “Por reforma publicada
en el Diario Oficial de la Federación de 6 de abril de 1990, se modificó
la fracción I de este precepto sustituyendo la obligación ciudadana de
inscribirse en “los padrones electorales” por la de “inscribirse en el
Registro Nacional de Ciudadanos, en los términos que determinen las
leyes”. El 11 de octubre de 1990 sesionó
por primera vez el Consejo General del IFE con base en las reformas
constitucionales de 1989, después de la incertidumbre generada por las
elecciones presidenciales de 1988 bajo la modalidad de constituir en
Colegio Electoral a la Cámara de Diputados, entonces presidido por el
guerrerense Píndaro Uriostegui Salgado. Han pasado casi 16 años. A la
juventud del organismo debe sumarse la tentación de los hombres en el
poder para adjudicarse el control electoral, recordando aquella frase de
que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Pero es
la hora en que los todos los ciudadanos podemos ejercer el poder de
decisión. À | ||
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