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Militarización
de la frontera Por Mario Luis ALTUZAR
SUAREZ Militarizar la frontera con
México, habría anunciado ayer el presidente de los Estados Unidos, George
Bush hijo, en una retórica confusa sobre su propuesta para aliviar el
creciente número de indocumentados y las necesidades de su fuerza de
trabajo con el temor xenofóbico de que la
invasión silenciosa ponga en riesgo la supremacía
blanca. La vocera de la Casa Blanca María Tamburri dijo que el anteayer Bush dejó en claro a Fox que
"Estados Unidos consideraba a México como un amigo y que lo que está
siendo considerado no es militarización de la frontera, sino apoyo de
capacidades fronterizas en términos temporales por la Guardia
Nacional". Cuestión de gramática si
consideramos que el senador demócrata Joe Biden señaló ante los medios que "Hemos tenido a
miembros de la Guardia Nacional en su segundo, tercero y cuarto viajes a
Irak". Es decir, que al participar en la guerra de rapiña petrolera y
frente a la repatriación de las tropas, se empieza a diseñar esquemas que
les mantengan empleados. Y su experiencia documentada en
los medios de información, se convierte en una amenaza a los 400 mil
mexicanos que anualmente son expulsados de sus lugares de origen por la
incapacidad gubernamental para reactivar la economía que se paralizó con
el sofisma de abrir la inversión extranjera (transnacional) y devastar la
planta productiva nacional. Sin embargo, hay indicios de que
la desesperada acción anunciada por el señor Bush es castigar a los 12 millones de hispanos
indocumentados que ya se encuentran en los Estados Unidos y que se
movilizaron entre febrero y mayo para repudiar la intención del Congreso
de criminalizarlos para aumentar su indefensión ante los abusos policíacos
y patronales. Stephen Hadley, asesor de Seguridad Nacional, destacó en la
víspera del anuncio la importancia de controles internos y del programa de
trabajadores temporales ya que el uso de la Guardia Nacional sería
temporal para permitir el acomodamiento de la Patrulla Fronteriza
“mientras adquiere la capacidad para enfrentar el reto de la migración
ilegal”. Más directo es el líder de la
mayoría republicana Bill Frist al
decir: “Esto es lo menos que podemos hacer. Tener el control de las
fronteras es responsabilidad federal. Necesitamos actuar, hemos fallado en
el pasado, fallamos en 1986, con la última amnistía sin asegurar la
frontera. Esta vez lo tenemos que hacer de manera
correcta”. Dicho de otra forma sería que
las movilizaciones masivas de los hispanos hacen pensar a los republicanos
que perdieron el control de su frontera sur, por lo que la militarización
por medio de la Guardia Nacional, tiene el objetivo de reasumir ese
control y que podría ser posible mediante la persecución y represión de
los indocumentados. Por si fuese poco, se recuerda
que en los 60 el gobierno de los Estados Unidos acudió a la fórmula de
utilizar a la Guardia Nacional para desactivar la exigencia del respeto a
los derechos humanos y el reconocimiento de igualdad de los
estadounidenses de color, y cuyo resultado fue la radicalización de grupos
extremistas como el Ku Kus Klan. Con estos elementos, se puede
inferir que el señor Bush busca reposicionarse
en el electorado al que pretende convencer de que el próximo presidente
ideal sería su hermano Jeb, lo que convertiría a
la sede del imperialismo mundial en una monarquía sin títulos nobilarios, en donde la carne de cañón política son
los inmigrantes. La razón es obvia, si se
considera que la migración es un proceso generado por el colapso del
sistema económico sustentado en la concentración salvaje de la riqueza en
una minoría, iniciada en 1973 en adquisiciones agresivas que monopolizaron
en las grandes corporaciones la producción de pequeños y medianos
empresarios estadounidenses. El modelo impuesto por el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial devastó las economías
latinoamericanas y sus originarios encontraron el alivio y la preservación
endeble de la paz democrática, en la expulsión de mano de obra en busca
del sueño americano. Una situación que se profundizó,
principalmente en México, por el experimento de los aprendices en el arte
de gobernar que pretenden dejar a uno de sus iguales, Felipe Calderón
Hinojosa, sin experiencia en cargos públicos. Atacar los efectos del proceso
de fortalecer el imperialismo disfrazado de globalización, se convierte en
una cuestión de alto riesgo para México, ya que si expulsa al año 400 mil
mexicanos, perdió 2.5 millones de empleos, se carece de una capacidad de
repatriación de los connacionales y que de
presentarse las deportaciones masivas, presionarían la precaria
estabilidad social de la nación. À | ||
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