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Narcoviolencia Por Mario Luis ALTUZAR
SUAREZ Se conmocionó el país. Las
imágenes difundidas desde Acapulco, Guerrero, mostraban la destrucción de
una zona de guerra. Como si fuese una película de los años dorados de la
mafia siciliana que dominaba Chicago. La diferencia radica que en Estados
Unidos eran pistoleros a sueldo contra policías y aquí fueron narcos contra soldados. El Sol de México Mediodía
informó el sábado pasado: “Una jornada de violencia sin precedentes vivió
esta entidad”. Los militares adscritos al programa México Seguro que se
encontraban en un retén fueron agredidos por los sicarios del
narcotráfico. Cayeron oficiales policíacos y simultáneamente se
registraron ejecuciones en Michoacán. Previamente, el lunes por la
noche, murieron dos tenientes, tres heridos y un capitán ileso fue el
saldo de un atentado de narcotraficantes contra los elementos del Grupo
Aeromóvil de las Fuerzas Especiales en el poniente del Distrito Federal.
El atentado contra una corporación del Ejército Mexicano que se ha
caracterizado por desmembrar a los narcos.
Es cómo si los narcotraficantes
le hubiesen declarado la guerra al Estado en tres entidades administradas
por el PRD, tomando como objetivo al Ejército cuyos mejores éxitos en la
lucha antinarco se han dado cuando las operaciones son desconocidas por la
PGR. En Guerrero se recuerdan las
declaraciones del gobernador Zeferino
Torreblanca, de la imposibilidad de frenar el narcotráfico, en el D: F.,
las denuncias del confesional Marcos del aumento del narcomenudeo en la era dorada del tabasqueño Andrés
Manuel López Obrador y en Michoacán el nieto del Tata, Lázaro Cárdenas
Batel en completo silencio. Los voceros oficiosos del perredismo podrían argumentar que en entidades
gobernadas por el PRI se mantienen el baño de sangre, lo cual sería una
parte de la verdad si consideramos que en esos lugares, como Nuevo Laredo,
Tamaulipas, bastión del TUCOM de Elba Esther
Gordillo Morales, la violencia se registró entre pandillas y contra
periodistas. Se recuerda, entonces, que en
1973, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, contrató los servicios del ex agente de la CIA,
Howard Hunt, quien
organizó el Grupo de los 10 Sucios con ex agentes latinos para investigar
a sus antiguos compañeros en la DEA, la CIA y Boinas Verdes. Con la
defenestración de Nixon 8 de los 10 fueron
ejecutados. Hay un dato adicional que llama
la atención. El ex organizador del tráfico de drogas en Viet Nam por medio de un
servicio aéreo particular, sugirió como estrategia para acabar con la
iniciativa privada de los latinoamericanos en el tráfico de enervantes,
infiltrar a las bandas y provocar asesinatos entre ellos, con apoyo de
supuestos agentes de la CIA locales. Se haría el contacto con una
persona local, a la que se le haría creer que era reclutada por la agencia
espía para garantizar una supuesta protección, y ubicar objetivos de una
banda contraria a la que se infiltra para iniciar el baño de sangre.
Aparentemente, el proyecto fue desechado aunque desde el inicio del foxismo, parecería que se aplica en
México. Además, el objetivo se encuentra
lejos de extirpar este negocio criminal, y en cambio, buscaría desmembrar
las bandas locales latinoamericanas para retomar el control por las
organizaciones estadounidenses que entregan utilidades al 20% de sus
multimillonarias ganancias al sistema bancario de los Estados
Unidos. El narcomenudeo se observa con plena impunidad en el Río
Potomac, frente a la Casa Blanca, la oficina
presidencial, que se encuentra muy lejos de la frontera estadounidense con
México y por lo tanto, el recorrido de cualquier puerto o aduana tuvo que
contar con la protección de aduanales, policías federales y locales, y
según el Canciller Luis Ernesto Derbez, del
ejército de los Estados Unidos. Con base en el panorama
internacional, habría una razón estratégica: Consolidar el imperio por
medio de guerras de rapiña en contra de naciones petroleras musulmanas,
requiere de fuertes dosis de drogas para mantener en alto el “espíritu de
guerra” de las tropas estadounidenses, como se documentó plenamente en
Viet Nam y en la
triangulación de armas por narcóticos en Los Ángeles, California, para
financiar a los contras nicarguenses. Sin embargo, los últimos
acontecimientos violentos contra el Ejército Mexicano, parecería indicar
que las bandas nacionales están en desacuerdo con el entreguismo foxista a las urgentes necesidades estadounidenses.
Pregunta sería entonces: ¿Cuál es el papel asignado y aceptado o rechazado
por el candidato presidencial perredista que se
muestra dispuesto a enfrentar un supuesto o real fraude
electoral? À | ||
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