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Operación Eloy

Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ

Dos rectas paralelas al infinito, se juntan. Por lo menos en el efecto óptico. En los protagonistas de la historia, su efecto es devastador para el presente y futuro de un país. Y en la sucesión presidencial del 2006 se encuentran elementos tan parecidos en la forma a la ensangrentada de 1994, aunque el fondo difiere únicamente por los tiempos.

Se recuerda que el destape en 1993 del sonorense Luis Donaldo Colosio, molestó al entonces regente capitalino Manuel Camacho Solís, quien después de ser desplazado para ocupar la Secretaría de Gobernación en 1988 se le marginó su ambición presidencial y su berrinche le reubicó como mal Canciller y después negociador de la paz chiapaneca.

Convergió la desobediencia del secretario de Información del PRI, el chihuahuense Líebano Sáenz Ortiz, a los mandatos del candidato presidencial, llegando incluso a la descortesía con el sonorense Alfonso Durazo, secretario particular de Colosio Murrieta, al mismo tiempo que los recursos para la campaña se empantanaron sin razón lógica.

Factores que contribuyeron a que por primera vez en la historia del PRI, su candidato presidencial ocupase espacios marginales en la prensa y casi desapareció al aparecer en el primer minuto de 1994 el supuesto movimiento neozapatista en Chiapas que le permitió al capitalino y yerno de un ex gobernador chiapaneco, Camacho Solís, atraer los reflectores.

Asesinado en plena campaña, el 23 de marzo de 1994, el supuesto criminal es interrogado ilegalmente por el gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones Rivera aunque persiste la sospecha de que es un chivo expiatorio para proteger a un agente del espionaje federal y el mismo mandatario estatal finiquita 15 días de vacío al mostrar un video en que el malogrado aspirante presidencial habría designado a su relevo emergente: Ernesto Zedillo.

Las causas del crimen permanecen en el misterio. Las especulaciones oscilan desde la responsabilidad del narcotráfico, pasando por la intención de separar al partido del gobiern y profundizar la democratización, a la ambición reeleccionista de Carlos Salinas.

Para la sucesión de 2006, el panista michoacano Felipe Calderón es castigado con su renuncia a la Secretaría de Energía por su predestape en Guadalajara cuando el delfín de las faldas que enorgullecen al señor Vicente Fox, era el descendiente de porfiristas, Santiago Creel Miranda, apoyado por prominentes empresarios vinculados con la extremaderecha.

Al ganar la nominación en la particular democracia panista, a base de consejeros sin el voto directo de las bases, es notoria la molestia del máximo dirigente del PAN, Manuel Espino Barrientos, señalado como dirigente de El Yunque, por lo que no es casual que la campaña electoral tropiece en las concentraciones y se acuda a la estrategia mediática.

Entonces, es difícil atribuirle al PAN el triunfo en las urnas de su candidato, ya que mayor peso tuvo la fallida estrategia del tabasqueño perredista Andrés Manuel López Obrador al pulverizar los 10 puntos de ventaja por atacar a la clase media con una retórica confusa y dejar en las Redes Ciudadanas que dejó sin vigilancia el 60 por ciento de casillas en el país.

Y la dirigencia del blanquiazul lo sabe por lo que necesita, para condicionar al hoy presidente Electo, del apoyo del Secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza, para prolongar el conflicto en Oaxaca y que se empate con los tiempos electorales de Tabasco del próximo domingo. Se tendría la inestabilidad que impida la asunción presidencial.

No es casual que las principales negociaciones del gobierno federal con los opositores oaxaqueños, con el liderazgo del elebista Enrique Rueda Pacheco, desplace de los principales espacios en los medios de comunicación las actividades del señor Calderón.

De repetirse los movimientos del ensagrentado proceso de 1994, el PAN dominado por El Yunque fanatizado, impondría a Santiago Creel Miranda como presidente Interino, en donde la pieza clave para anular al perredista tabasqueño, sería Manuel Camacho Solís, sobrino político de Adolfo Suárez que le hacen conocedor de las ambiciones clericales.

La hipótesis se reafirma con la posición del priísta Emilio Gamboa Patrón, que personalmente esbozó la necesidad de que renuncie el Gobernador Ulises Ruiz y que su testaferro Alberto Begné Guerra, desde su Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina observé que el mandatario estatal “es un factor de tensión”.

Dicho de otra forma: El “gesto de madurez” en la renuncia de Ulises Ruiz desactivaría la “Operación Eloy” (el Preferido) yunquista al dejar sin bandera a la oposición oaxaqueña. Para convencerle, la Comisión de Gobernación de la Cámara de Senadores, presidida por el tricolor hidalguense Jesús Murillo Karam, envió una subcomisión a Oaxaca. Hay tiempo.

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