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Mezcla Explosiva

Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ

Los signos alarman. Por sus antecedentes históricos. El alto clero se asume como proselitista del panista Felipe Calderón. La respuesta de los feligreses que simpatizan con el PRD, es la irrupción en las ceremonias religiosas. Sin embargo, mezclar política y credo, despierta fanatismos sangrientos. La prudencia exige que los curas se retiren a la iglesia.

A las manifestaciones perredistas en la Catedral Metropolitana, emerge el ominoso signo de la violencia en Z Equentic, Chiapas, con la muerte de un priísta, dos heridos y 80 niños “expulsados” de la escuela El Indio Chiapaneco, como castigo por haber ganado el PRI en el seccional 1925 con el voto de los católicos que molestó a los evangélicos.

Un ejemplo del fanatismo sangriento. Que hace recordar la Guerra de los Cristeros. Trae a la memoria el activismo clerical en 1855 que sumergió al país en la guerra fratricida de conservadores contra liberales y se propició la invasión francesa. Cuando se abusa del fuero espiritual para buscar el poder terrenal.

La doctrina de Jesús es clara: “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Lo aplicó el oaxaqueño Benito Pablo Juárez García, al separar al Estado de la Iglesia en 1855, cumplir los ordenamientos legales de 1859 sobre la Nacionalización de Bienes Eclesiásticos, la secularización de cementerios y promulgar la Libertad de Cultos en 1860

Es cierto que el señor Carlos Salinas que proyectaba su reelección desde 1990, para congraciarse con el clero reformó en 1992 el Artículo 130 Constitucional con el apoyo de los entonces diputados federales priístas, Manuel Jiménez Guzmán y Roberto Madrazo Pintado con lo que legalizó el activismo político de los jerarcas eclesiásticos.

Se entiende que el liberal Jiménez Guzmán traicionó así, sus votos y juramentos, a la herencia paterna, a los liberales y a la doctrina juarista, por su obediencia a sus instintos de conservación en la política y que hoy intenta engañar a los masones para impulsar una agrupación política que le permita su seguridad económica con cargo a los contribuyentes.

La confusión jurídica, empero, es insuficiente para explicar y mucho menos justificar la actuación del Cardenal Norberto Rivera Carrera, para corresponder con su proselitismo al panista Felipe Calderón, el delfín de Martha Sahagún Jiménez, a las canonjías recibidas en la devastadora gestión del señor Vicente Fox al amparo de las siglas del PAN.

Debe recordar el jerarca clerical que su feligresía representa el 62% de la población nacional. Unidos por la profesión de fe pero difícilmente en pensamiento político y mucho menos en actividades partidarias. Sin descontar el avance de otras religiones, ante la ausencia de respuestas a la angustia cotidiana de la miseria frente a la insultante riqueza.

Los hijos de la primera católica del país han sido denunciados por el diputado de Convergencia, Jesús González Shmall, de fraude que podría llegar a los 350 mil millones de pesos al erario en menos de 3 años, que contrasta con el aumento de 40 a 56 millones de pobres en el sexenato foxista, la mayoría, también católicos.

Con esta dramática realidad de pobreza, es difícil caer en la tentación de imponer una religión de Estado, como se diseñó en el Concilio de Nicea en el 325 al ungir como Papa a Constantino el Grande, en reconocimiento a la masacre del pueblo de Milvio, después de derrotar al Emperador Majencio en el 312.

Es otro tiempo. Es imposible pensar en revivir el oscurantismo de la Edad Media en que el alto clero político sometió a reyes y naciones, instauró la Inquisición que persiguió a Cátaros, Valdenses, Judíos, Moros y aztecas, pese que sobreviva el Santo Oficio disfrazado en 1965 como Congregación para la Doctrina de la Fe.

Tal vez sería bueno que el Cardenal Rivera Carrera recordara que fracasó la condena papal de Pío IX del 15 de diciembre de 1856 a Benito Pablo Juárez García así como la exigencia del 18 de octubre de 1864 al Emperador  Maximiliano de Habsburgo para regresar sus fueros al clero mexicano, como la lucha de los Cristeros. Aunque el costo de sangre para el país fue alto.

Y si Jesús dijo “a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”, podría decir ahora que lo electoral a los organismos ciudadanizados y los curas a los confesionarios.

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