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Perdedor

Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ

Para la izquierda mexicana, perdió la elección presidencial el perredista Andrés Manuel López Obrador quien, el 26 de julio, se proclamó como el presidente de México en el teleauditorio estadounidense, por encima del TRIFE que por ley, dará su resolución el último minuto de agosto y declarar al Presidente Electo a más tardar el 6 de septiembre.

Es normal si consideramos que el antropólogo Roger Batra, ex militante comunista, en una entrevista calificó al autor del himno priísta, López Obrador, como “un fenómeno populista caciquil” que “recupera muchos de los hábitos y de las ideas del antiguo régimen, del Ancien Regim, para emplear un término acuñado por la Revolución Francesa”.

Doctorado en la Sorbona de París, Batra es investigador emérito de la UNAM y observa que en la campaña presidencial, el perredista tabasqueño “desgastó a su base electoral y mostró una agresividad terrible contra la clase media, de manera innecesaria”, cuyo programa económico “tiene un poco de Keynes, un poco de Roosevelt, un poco de nacionalismo revolucionario”.

Un poco de todo que además de la confusión generó la sospecha en sus potenciales electores con la interrogante: ¿por qué estos que no son radicales (Manuel Camacho Solís o el mismo candidato presidencial perredista), que nunca lo han sido, por qué se comportan como tales?

Hay razón: Vladimir Ilich Lennin encabezó una revolución del proletariado contra el zarismo, Mao Tse Tung se levantó contra el sistema mandarín de explotación agrícola, Fidel Castro condujo a los revolucionarios contra el dictador Fulgencio Batista y Ernesto Che Guevara planteó desde Bolivia, la creación de muchos Vietnam en América Latina.

En contraste, Manuel Camacho Solís autoproclamado ideólogo del salinismo manejado por el apátrida francés José Maria Córdoba Montoya (expulsado de Argelia por intentar reducir la revolución a un protectorado de Francia), inició el sofisma del voto útil y al ver que sus ambiciones personales no se cumplirían, inició una nueva aventura que le llevó al PRD.

Por su parte, López Obrador, sirvió a los priístas tabasqueños Leandro Rovisora Wade, a Enrique González Pedrero y Salvador Neme Castillo y víctima de su esquizofrenia, al sentir un “complot” en su contra en cada caso, se apresuró por la traición, incluso a Ignacio Ovalle Fernández que le protegió en el Distrito Federal.

Resultado: “Generaron confusión y al final esa franja de indecisos, ante esa confusión, decidió anular sus votos o prefirió votar por otro candidato, incluyendo a Calderón. Fue entonces que se desplomó ese 10 por ciento que se supone tenía López Obrador de ventaja. Aunque tal vez no era el diez, pero sí fácilmente un tres o cuatro de ventaja”, según Batra.

Más directo: “Los dilapidó y perdió”, según la perspectiva del antropólogo que se distinguió por sus ideas y doctrina en el desaparecido Partido Comunista Mexicano.

Sin embargo, el 26 de julio, en una entrevista con la cadena estadounidense Univisión, Andrés Manuel López Obrador se proclamó como ganador al afirmar: “Yo soy el presidente de México por la voluntad de la mayoría de los mexicanos”, anticipándose a la resolución del Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

La afirmación es temeraria si se considera que el cómputo del IFE le otorgó alrededor de 15 millones de votos que con base en el padrón de electores, representa menos del 21% lo que definitivamente está lejos de representar esa “mayoría de mexicanos” mencionada por el tabasqueño y que en rigor democrático, debería ser el 50% más uno.

Con base en el recuento oficial de los votos, el perredista quedó abajo por 0.58% del oficialista michoacano Felipe Calderón Hinojosa, en donde el único facultado por Ley para revisar y dar su resolución final, inapelable e inatacable, es el TRIFE, a más tardar el 6 de septiembre para que el Presidente Electo asuma el 1 de diciembre de 2006.

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