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Cifras del engaño

Por Mario Luis ALTUZAR SUAREZ

Es loable el esfuerzo del foxismo de intentar remontar la recesión económica. Lo malo es que se sustenta en la retórica sin el respaldo de los hechos para influir en el proceso electoral. Así, la Secretaría de Hacienda anuncia un crecimiento fuerte en el año electoral y analistas bancarios privados y la Secretaría de Economía dan la cara de la realidad.

Se recuerda al frívolo José López Portillo, que ocupado para pasar a la historia como Quetzacoátl redivivo, rechazó las estimaciones del déficit fiscal de David Ibarra Muñoz y escuchó las sugerencias del secretario técnico de su gabinete económico, Carlos Salinas de Gortari, para despertar del espejismo de las cifras a los dos meses de iniciada la campaña.

Se entiende entonces que el titular de la Unidad de Planeación Económica de la Hacienda Pública, Alejandro Werner Wainfeld, calificara el 21 de mayo, como “muy bueno” el crecimiento económico de 5.5 por ciento registrado en el primer trimestre de este año, porque se presentó en todos los sectores.

En un aparente acto de honestidad, el funcionario reconoció que podría haber influido el que la Semana Santa cayera en abril y no en marzo, lo que presentó más días hábiles y que quitando el efecto vacacional, la tasa de crecimiento es de casi 4.5% contra el cuarto trimestre de 2005 en donde el índice fue de apenas 1.6%.

Y se jactó: “Hemos dicho que básicamente vemos el crecimiento más cercano a 4.0 con respecto a nuestro programa original, que había sido de 3.6 por ciento. Eso nos indica que la economía mexicana, ya desde la segunda mitad de 2005 venía presentando un crecimiento muy saludable”.

Una declaración a menos de 45 días de las elecciones presidenciales en donde existen indicios de que el señor Vicente Fox pretendería imponer una elección de estado favorable al panista Felipe Calderón, quien afinó su estrategia electoral para defender los supuestos logros de la administración foxista y comprometerse con la continuidad.

Por ello, no es raro que el mismo 21 de mayo surjan las cifras reales y duras de la realidad mexicana que a partir del 2000 profundizó la devastación económica con el desmantelamiento de estructuras que soportaban la producción agropecuaria y la apertura indiscriminada a la inversión transnacional que, empero, se muestra conservadora este año.

En una gira de trabajo por Iztapalapa del 20 de mayo, el secretario de Economía, Sergio García de Alba, estimó que a partir de los resultados registrados hasta abril, México podría alcanzar flujos de IED por 20,000 millones de dólares, 2,000 más que la meta prevista a principios de año y aunque no lo dijo, similar a las remesas de los indocumentados.

Sin embargo, un días después, en un comunicado de prensa de la misma Secretaría de Economía se informó que en el primer trimestre el país recibió tres mil 5 millones de dólares de inversión extranjera directa y que representa una baja de 39% frente al mismo periodo del año anterior.

Por si fuese poco, la captación de nueva inversión alcanzó los 400 millones de dólares, un descalabro del 71.5%, lo que muestra la desconfianza de los inversionistas extranjeros en el proceso electoral presidencial en donde la injerencia del señor Fox daría malos augurios a los dueños del dinero extranjero a quien apostó el actual residente de Los Pinos.

Arturo Vieyra Fernández, analista de Estudios Económicos y Socio-Políticos de Banamex, dijo por su parte que las variables financieras mexicanas están registrando un marcado deterioro como la depreciación cambiaria de 11.05 pesos por dólar a 11.20 y aumentar el riesgo país de 125 puntos a 135.

Datos crudos que derrumban el sueño foxista de alardear de una economía fuerte y saludable en plena campaña electoral a favor de su delfín, el paisano de su mujer y de Antonio Pelagio de Labastida y Dávalos, el que buscó y trajo en 1864 a un Príncipe efímero para que nos enseñara a gobernarnos.

 

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